En la penumbra del atardecer
Se posaron melodías de verde copa
En la aquiescencia de un arrabal de grillos
Desplomáronse los años en seco manto bajo mis pies
Lloré a las noches empapado en frío
Lloré a las estrellas de madrugada
En que la brisa coloreaba matices funestos
En el algodón de un atardecer enrojecido
Porque ya no hay carne. Sólo hueso y penuria.
Van y vienen las sombras
Yo sigo
Viejo, ajado y descorchado
Mutan los cantos y las formas
Yo sigo
A un suelo yermo anclado.
Perplejo, el arroyo murió en invierno
Ante el gélido reflejo de lo inequívoco
La raquítica sombra
Del suspiro incierto
Endulzó un plomizo cielo el amargo final de mis días verdes
Con el blanco manto que todo lo cura
(Que todo lo curaba)
Y que en mis brazos, antes, anidaba hasta la primavera.
Pero ya no hay carne. Sólo hueso y penuria.
Al final
Estos brazos desnudos
Ya no dieron cobijo a los seres
Que en el tiempo se deshacían turba
Y llegó el tiempo de la flor sin fruto
Y de la rama sin flor
Y del tronco espongiforme
Y del filo del acero
Y del final de mis días…
De la ceniza el comienzo.
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(Revisión de un fragmento de El sauce resignado; haced el favor de no utilizarlo con fines comerciales -concurso, etc- porque el poema íntegro ya fue presentado a certamen, y fue premiado, con lo cual...).
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Hace 18 horas
2 comentarios:
Lloran los sauces a la orilla de los ríos, viendo pasar vendavales y tormentas, pero nunca se resignan.
Aunque solo haya hueso y penuria darán cobijo a los soñadores, imaginando que es fina lluvia la que cae.
Un abrazo hermano.
Un abrazo, Gangas ;)
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