La primera pieza es una de mis favoritas de la poesía del S. XX, no sólo por su mensaje, sino también (y sobre todo) por su forma, alejada del convencionalismo de la puntuación, dando lugar a frases entremezcladas en un mismo verso, según cómo se lea... Lo más curioso es que esta versión "profana" que os traigo no es la original, sino una versión a la cual puse signos de puntuación hace tiempo en un aula de Literatura Universal)
en madrugada, en pleno su esplendor,
quién sino yo, como ginebras destruyendo a sus víctimas amadas,
para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas;
quién sino yo, con papelitos, lujosas descripciones hechas para callar;
o la palabra mesa. Las mentiras,
los metros de mentiras para vestir los codos del borracho
-los sastres están tristes pero se cose y canta-.
Se miente en cantidad, hermanos míos, resulta bella la fealdad,
amorosas las pústulas... gran dignidad, la infamia.
Al pájaro -al cantor, al distraído- le han crecido reptiles:
con asombro, contempla su gran barbaridad.
¡Hurrah! Por fin ninguno es inocente...
Caballeros, brindemos: las vírgenes no virgan,
los obispos no obispan, los funcionarios no funcionan,
todo lo que se pudre en ternura, dará...
Miro mi corazón hinchado de desgracias:
tanto lugar como tendría para las bellas aventuras...
[Juan Gelman, Himno de la Victoria (en ciertas circunstancias)]
quién sino yo, como ginebras destruyendo a sus víctimas amadas,
para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas;
quién sino yo, con papelitos, lujosas descripciones hechas para callar;
o la palabra mesa. Las mentiras,
los metros de mentiras para vestir los codos del borracho
-los sastres están tristes pero se cose y canta-.
Se miente en cantidad, hermanos míos, resulta bella la fealdad,
amorosas las pústulas... gran dignidad, la infamia.
Al pájaro -al cantor, al distraído- le han crecido reptiles:
con asombro, contempla su gran barbaridad.
¡Hurrah! Por fin ninguno es inocente...
Caballeros, brindemos: las vírgenes no virgan,
los obispos no obispan, los funcionarios no funcionan,
todo lo que se pudre en ternura, dará...
Miro mi corazón hinchado de desgracias:
tanto lugar como tendría para las bellas aventuras...
[Juan Gelman, Himno de la Victoria (en ciertas circunstancias)]
La siguiente pieza es simple y llanamente fabulosa. Crítica social en la poesía, como antaño, como siempre ocurre o debiera ocurrir cuando no se desvirtúa el origen y el fin de la lírica:
Cuando las gentes del Caribe los
hombres de la América ecuatorial
los mestizos zambos etcétera
invadan las tranquilas casas americanas
del norte y saqueen los automóviles
aparcados en las avenidas...
Cuando los argelinos marroquíes
congoleños o nigerianos hombres
de África negra y musulmana
invadan las ciudades europeas
los hogares de los tan dignos cultos y
respetables ciudadanos…
Entonces habrá llegado el día en
que la justicia comience a triunfar en
la tierra.
[Emilio Sola, Poemas de Zocochico]
hombres de la América ecuatorial
los mestizos zambos etcétera
invadan las tranquilas casas americanas
del norte y saqueen los automóviles
aparcados en las avenidas...
Cuando los argelinos marroquíes
congoleños o nigerianos hombres
de África negra y musulmana
invadan las ciudades europeas
los hogares de los tan dignos cultos y
respetables ciudadanos…
Entonces habrá llegado el día en
que la justicia comience a triunfar en
la tierra.
[Emilio Sola, Poemas de Zocochico]
Y la última: ésta la conoce bien una lectora asidua del blog y amiga íntima durante bastante tiempo, hasta el momento en que le enseñé esta poesía en un contexto poco oportuno o mal interpretado (lo siento, no fue mi intención hacerte daño, creo que lo sabes). Es de mis favoritas, como lo es su autor; sobre todo en su obra "La línea del ecuador".
Me ha sido dado el don para quererte
en pagarés a ciento veinte días
y el banco del amor al que porfías
no renueva la deuda de tenerte.
El interés más alto para verte
negocié con ardor y picardías,
y en el banco, tasada, no valías,
un minuto, una vida o una muerte.
Ya se sabe, querida, así es la usura.
Pasión y banca buscan su ganancia
y tu aflicción carece de importancia.
Una cuestión tan sólo de ignorancia.
El amor en la vida es la censura
que pone coto al tiempo mientras dura.
[Pedro Atienza, El banco del amor]
en pagarés a ciento veinte días
y el banco del amor al que porfías
no renueva la deuda de tenerte.
El interés más alto para verte
negocié con ardor y picardías,
y en el banco, tasada, no valías,
un minuto, una vida o una muerte.
Ya se sabe, querida, así es la usura.
Pasión y banca buscan su ganancia
y tu aflicción carece de importancia.
Una cuestión tan sólo de ignorancia.
El amor en la vida es la censura
que pone coto al tiempo mientras dura.
[Pedro Atienza, El banco del amor]
2 comentarios:
www.materialdederribo.blogspot.com
Un placer, maestro Atienza.
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