No ha sido el parón absoluto que los sindicatos hubiesen soñado, pero ni mucho menos el fracaso estrepitoso que a la derecha tanto le hacía salivar. El sindicalismo, afortunadamente, sigue vivo, aunque España es un lugar peculiar. Dentro de la Unión Europea, este país mantiene dos plusmarcas muy esclarecedoras: es uno de los estados con menor porcentaje de afiliación sindical entre los trabajadores (sólo el 15%); y también el que más porcentaje de empresas tiene asociadas en la patronal (el 72%).
Sin hacer sociología de barra de bar ni culpar a la pereza hidalga o a la siesta de nuestros males históricos, hay tres motivos que explican bien esta doble anormalidad que tanto se nota después cuando se compara la protección social en España con la de los demás países europeos. El primero: que, a diferencia del resto de la UE, los sindicatos eran aquí ilegales hasta hace no tanto. El segundo: que la gran mayoría del tejido empresarial español está compuesto por pymes, por pequeñas empresas, donde cuesta mucho más plantar cara al patrón. El tercero: que también somos el país de Europa con mayor paro y mayor temporalidad en los contratos; es decir, el país con mayor precariedad laboral.
Que con mimbres como estos, con el miedo al abismo económico que nos derrota a todos, con la martilleante campaña antisindical y con casi todos los medios y las encuestas en contra, los sindicatos hayan sido capaces de movilizar a millones de trabajadores en una huelga como la de ayer, supone un toque de atención que el Gobierno no debería ignorar. Los que han protestado no son, precisamente, los votantes de Mariano Rajoy. Es el presidente José Luis Rodríguez Zapatero quien se juega el futuro del PSOE si no sabe escuchar, negociar y rectificar.
(@iescolar)
3 comentarios:
¿A quien contabilizamos como seguidores de la huelga?¿A los que los piquetes les han impedido ir a trabajar?
La huelga ha sido un fracaso absoluto. Yo no he ido a la huelga, y no porque no me parezca que este gobierno no se la merezca, sino porque es un huelga convocada a destiempo y sin que tenga posibilidad alguna de tener resultados.
No se si eres sindicalista, y no pretendo ofender, pero lo cierto es que mi opinión sobre los sindicatos es bastante pobre. Nadie muerde la mano de quien le da de comer, y a los sindicatos españoles les da de comer el gobierno.
Tengo un amigo que es conductor de autobuses, en su empresa ningún compañero iba a ir a la huelga, se presentaron a trabajar y los piquetes les impidieron hacerlo.
La consigna era clara, intentar paralizar los medios de transporte que es lo que puede paralizar un país y así dar la impresión de que el resultado ha sido favorable.
Hay muchas cosas que no están funcionado en el sindicalismo, y me parece deben hacer una reflexión seria sobre el tema.
Suscribo plenamente la opinión de Carmen. Otro apunte: he conocido a quien ha justificado la acción de los piquetes que impedían desempeñar la actividad laboral diciendo que "de no ser por ellos (por los piquetes dichos) la huelga no habría tenido éxito, pues la gente no la habría apoyado".
¿??????
Hay que estudiar muy bien qué va a pasar con los sindicatos y cómo hay que articular una huelga general en los tiempos qeu corren... Este tipo de "kale borroka" resta mucha credibilidad a los sindicatos, de la poca que ya tenían, máxime en la situación socioeconómica actual.
Usar métodos más propios del XIX y de la primera mitad del XX para "fomentar la participación" (sic) en una huelga en pleno siglo XXI me parece anacrónico y descabellado. Las cosas hay que hacerlas bien y sin violencia.
Esta huelga llegó tarde, a destiempo, y con el único fin de justificar la existencia (más que asumida por todos) de los sindicatos. Si han ganado o han perdido, lo mismo da: significa un choque frontal con la izquierda pragmática (la que tiene posibilidades y voluntad de gobierno; y no olvidemos qeu UGT se nutre principalmente de afiliados del PSOE) y una alfombra roja para que cuando llegue la derecha, que llegará en menos de dos años, les corten las alas a estos sindicatos politizados y surrealistas.
Una pena.
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