Fuente: Los caballeros que dicen Ni
Pensamientos de un Diseñador poco Inteligente (e hijo): Bienaventurados los que pueden ver.El otro día estábamos Zeus y yo pinchando estrellas gigantes rojas, por eso de las supernovas que son muy bonitas y tal, y me preguntó qué tal llevaba lo del diseño de nuevas especies.
La verdad es que ahora apenas me dedico a ello, de vez en cuando hago alguna ligera modificación y ya está. Recuerdo perfectamente cuando era un ingenioso, perfeccionista y atrevido diseñador. Qué tiempos aquellos. De mi brillante mente surgían a todas horas afilados acantilados, enormes océanos profundos, criaturas de lo más variopintas, unas con dientes, otras voladoras, otras con muchas patas, con aletas, peludas... ahhh... qué recuerdos, el inicio de la creación.
Muchos me criticaron injustificadamente. Decían que la mayoría de mis creaciones animales y vegetales eran defectuosas y que al cabo de unos cuantos miles de generaciones acababan extinguiéndose... Envidiosos... Ellos apenas creaban nada, y cuando lo hacían no eran más que cosas raras que desaparecían casi al instante. A ver ¿cuánto duraron las arpías? ¿eh? ¿Y los pegasos? ¿eh? ¿cuánto? Además, tan solo eran copy-pastes de mis sublimes creaciones pasadas por el Creatorshop, versión divina del Photoshop ese que hay ahora. Malditos plagiadores. ¡Y encima me critican! Lo que pasa es que son unos todopoderosos de tres al cuarto... Buda, Zeus, Odín y los demás. No tienen alma de artistas.
Ja, ja, ja! Recuerdo cuando les dejé con la boca abierta al ganar aquel concurso de animales "tuneados". Todos quedaron asombrados ante mi genial creación: el Ornitorrinco. Ni basiliscos, ni unicornios ni mantícoras. Ja, ja! Si hubierais visto la cara que puso el arcángel Rafael cuando le dije: “Rafa, tráeme un pato, un castor, un bicho de aguijón venenoso y un diplodocus, que hoy me siento inspirado”... Sí, iba a ponerle la cola del diplodocus, pero se me acabó el hilo de coser, así que me limité a cortarle la cola al castor (la de más atrás). Je, je... qué ocurrente que era entonces. Qué tiempos. Qué recuerdos. Era todo un innovador.
Y el tiempo que hay que dedicarle para que no queden cables sueltos y todo funcione bien. Además, por aquella época andaba Yo muy ocupado diseñando otras cosas de mayor interés como para dedicarme a tareas tediosas y complicadas, así que el diseño del ojo se lo dejé a mis ángeles becarios. Y claro, tenían sus limitaciones. Ya tendrían que darse con un canto en los dientes esos patanes científicos por tener ojos que ven. ¡¡Desagaradecidos!!
Que no se quejen tanto, que podría haber sido peor. Mira los topos. O los murciélagos. Tuve que acoplarles sistemas de percepción alternativos ante la gran cagada de los becarios.
Y de las plantas, ¿que me decís? Ni siquiera tienen ojos!!! ¡Cría humanos! Malditos hijos de puta.
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