Los albañiles del seguro que me han arreglado el tejado del patio en tres mañanas (7x4 metros de chapa y "un cubo" de masilla para juntear los bordes) han facturado 2.500 euros. Los que pintaron dos desconchados de la pared del patio, de menos de 1 metros cuadrado cada uno, han facturado 450 euros por media hora de trabajo. Los que vinieron a pintar los dos arcos y el trozo de pared que se humedecieron cuando se me inundó la casa por la intensa granizada y la tromba de lluvia que cayó en Murcia (por cierto, que ocurrió la noche antes de una guardia de 24 horas), han facturado casi 2.000 euros por un día de trabajo.
Sin palabras. Y aún hay quien cree que íbamos por el buen camino, que el boom inmobiliario ha sido "lo mejor que nos ha pasado a los jóvenes" (claro, sobre todo a los que se salían de estudiar y se iban a la construcción) y que el hecho de que un crío de 19 años que abandonó los estudios a los 16 y ahora es peón de albañil, con un BMW nuevecico en la puerta de su casa, es signo de "igualdad de oportunidades". Ya. Los cojones. Por cierto, menos de un 3% de médicos secundaron la huelga de ayer: cuanto menos, significativo.