Maika tiene el día libre. Hoy lo va a dedicar a limpiar el viejo desván.
Hace 3 años que compraron la casa, un antiguo caserón a las afueras de Segovia. Ella es de Madrid pero siempre le gustó esta ciudad; era como un sueño para ella, algo la atraía de Segovia. Todos tenemos unas ciudades que nos atraen de una forma mágica. Y cuando les ofrecieron a ella y a Armand la posibilidad de comprar esa casa, no se lo pensaron.
Armand, un médico francés, medio chiflado pero encantador, que siempre le repite la misma frase: Me enamoré de ti en dos fases: la primera, cinco segundos después de conocerte, porque tienes un ojo verde y otro marrón, y ambos son preciosos; y la segunda, cinco semanas después de conocerte, porque tienes un lunar bajo el ombligo que me vuelve loco. Y eso, dicho con acento francés, tiene su miga. Llevan casi tres meses lidiando con albañiles, fontaneros, pintores, y ahora queda lo peor: la limpieza.
Y hoy limpiará el desván. Más que limpiar, ha pensado tirar todo los trastos viejos. Empezó a las siete de la mañana y lleva más de tres horas arrojando cosas al contenedor: viejas muñecas de porcelana polvorientas, un caballo de cartón descolorido, un cuaderno en blanco, un joyero infantil, varias latas de sardinas oxidadas (qué gracia, encontrar latas de sardinas en un desván). Guarda una colección de viejos discos de pizarra "grandes hits de Benny Goodman" y "lo mejor del Swing". También decide deshacerse de una colección de libros apolillados (le sobrecoge tirar un libro enfermo, pues si hay algo que se asimile a acariciar una piel es acariciar las hojas de un libro), un viejo gramófono desvencijado, una caja de fotos en sepia de desconocidos y cientos de postales de los años treinta (de Rosendo para Emilina, con todo mi amor...).
En el fondo del desván hay un pequeño armario atesorando polvo en los cajones. Es un instinto humano abrir cajones, curiosear vidas ajenas, vidas pasadas. Los cinco primeros están vacíos pero, en el último, Maika descubre un libro. Del tamaño de una cuartilla, con tapas de piel ennegrecidas por el paso del tiempo, da la impresión de ser una agenda o un diario. Maika lo coge con curiosidad, lo abre y lee le primera página: escrito con letras de caligrafía juvenil: El diario de Emilina. Maika sabe que no está bien, pues ignora siquiera quien será la tal Emilina, pero la curiosidad es mayor. Total, igual a Emilina no le importaría. En el fondo todo el que escribe algo es para ser leído... y Maika empieza a leer: Segovia 3 de Enero de 1932: Hola diario. Soy Emilina, tengo dieciocho años, soy administrativa y a ti te confiaré los secretos de mi vida, espero que los respetes...
El resto de la mañana lo pasó Maika leyendo páginas del diario. Del desván bajó a la cocina, y de ahí al salón.
Cinco de la tarde y Maika sigue leyendo absorta el diario... Emilina es la menor de seis hermanos de una familia acomodada y dueña de la casa. Su padre, Gumersindo Galíndez, es comerciante de telas italianas muy bien relacionado en el nuevo ministerio de Exteriores. Desde que cumplió 16 años Emilina sale con Rosendo, un joven maestro de primaria cinco años mayor que ella. A lo largo de páginas eternas, Emilina va desgranando su amor por Rosendo, un amor apasionado como lo son los primeros amores. A la edad de 19 años su padre le consigue un trabajo como secretaria en el Ministerio. Rosendo es director de un colegio de educación mixta, uno de los primeros del país, y se plantean contraer matrimonio. Emilina entabla una gran amistad con sus cinco compañeras de trabajo. Juntas suelen tomar café los viernes por la tarde y a veces van a bailar Swing en la flamante gramola que tiene en su dormitorio. Es un regalo de Rosendo. Algunas noches van a bailar a Cabaret Siglo, un local moderno, casi clandestino, donde bailan esa música americana que tanto le gusta. Dos años más tarde se casan en la iglesia de San Marcos. Él no es muy religioso, pero ella prefiere la boda por la iglesia: sus padres insistieron y así se hizo. Era el verano de 1935.
En enero del año siguiente, a sus 22 años, Emilina queda embarazada. Son los días más felices de su vida. Se habla de crisis política en las tertulias, de altercados en la capital, de miedos... pero ella es feliz junto a Rosendo. La política no le interesa a pesar de trabajar en un ministerio, además las cosas de Madrid no suelen llegar a Segovia...
Así van pasando las semanas y avanza el embarazo de Emilina junto a Rosendo y sus cinco amigas, sus cafés, sus teatros, sus paseos y sus tardes de Swing con Benny Goodman, sus noches de viernes en Cabaret Siglo...
En agosto de 1936, se corta el relato. Un sóla página más con otra caligrafía distinta en la que se lee: Te Quiero... Ni una palabra más. Simplemente quince hojas en blanco.
Son las tres de la madrugada, Maika no ha cenado. Lleva más de trece horas leyendo la vida de Emilina, la chica del Swing en Segovia, Emilina Galíndez... Apenas ha dormido cinco horas y Maika sube de nuevo al desván. Vuelve a registrar cajones, revisa todas las postales de amor, las cartas, las fotos... Pero no hay nada de después de agosto de 1936. Maika decide ir al día siguiente al Ayuntamiento, o a la Iglesia de San Marcos donde se casó Emilina, quizás alguien sepa algo más. Seguramente Emilina se cansó de escribir y guardó el diario. Al fin y al cabo los diarios son cosas de jovencitas.
Tres días más tarde llega Armand de su viaje de trabajo. Silencio en la gran casona. En la cocina encuentra a Maika. La mano de ella sostiene un papel raído y mil veces doblado.Él la mira con cara de sorpresa. Ella no habla, simplemente entrega el papel a Armand:
"Siete de octubre de 1936:
Seguramente no leerás esta carta. Nadie leerá esta carta jamás. Es casi imposible, pero es mi única, mi última opción. Hace dos meses llegaron unos soldados al ministerio. Nos sacaron a todos y nos trajeron a los calabozos. Un sargento nos dijo que éramos rojas, cómplices de los rusos y nos raparon al cero. Nos alimentaban a base de pan y caldo. Han violado a mis cinco amigas y compañeras de oficina como si fuesen alimañas. No sé nada de Rosendo. A mí me respetaron por estar embarazada. También me daban algo más de sopa. Un soldado de reemplazo me conoce del Cabaret Siglo. Me sonríe con lástima como diciéndome que le gustaría ayudarme, pero no puede. A veces me pasa trozos de carne salada a escondidas. A las dos semanas de estar aquí se llevaron a Rosa, Petra, María, Luisa y Lucinda a rastras y las fusilaron en el paredón de la cárcel. Rosa no paraba de llorar. Desde ese día no he dormido. No puedo dejar de oír sus gritos, los disparos de fusil, los de pistola con las que las remataron igual que a perras. Me respetaron por estar embarazada. -Eso te salvará, ramera -me ha dicho el sargento, un tipo con cara de hiena.El treinta de septiembre di a luz. Me llevaron a la enfermería y otras presas me ayudaron. Era la niña más guapa del mundo. La más guapa sin duda.Afortunadamente, las dos saldríamos adelante en la vida, costase lo que costase. Buscaríamos a Rosendo y empezaríamos de cero. Había oído que alguna gente estaba huyendo a Argentina.
Pero dos días después de nacer entró el sargento y te arrancó de mis manos.
-¡Trae a la cría, puta!. Ésta ya tiene madre, y no serás tú -dijo escupiéndome las palabras.
Mañana habrán fusilamientos al alba, y yo ya no les sirvo ni siquiera para violarme. Como saben que soy creyente me han permitido un último deseo: confesarme, hablar con el párroco Julián. Es amigo de la familia, él nos casó en San Marcos y en él confío. Me ha prometido guardar esta carta como secreto de confesión. Le he hecho jurar que sólo la entregará el día que una mujer con un ojo verde y otro marrón y un lunar bajo el ombligo... mi hija... venga preguntando por Emilina Galíndez.
Recibe todos los besos que nunca te podré dar.
Emilina, la chica del Swing".
Emilina Galíndez, 22 años, secretaria del Ministerio de Asuntos Exteriores. Fusilada al amanecer del ocho de octubre de 1936 en juicio sumarísimo. No hubo abogados ni fiscal. No hubo justicia. Oficialmente, no dejó descendencia.
Rosendo Trémules, maestro. Murió el quince de septiembre de 1998 en Argentina. Tras la ocupación de Segovia por las tropas franquistas, logró que no le capturasen en el colegio y estuvo cinco días escondido en el desván de su casa, comiendo sardinas en lata. Una noche de agosto partió en busca del mar. Dejó atrás el diario de Emilina con un mensaje: "Te quiero...". Desde Argentina intentó localizar a su esposa. No lo consiguió. Nunca jamás volvió a enamorarse.
Andrés Vázquez, soldado raso y carcelero en la penitenciaría general durante el levantamiento. Conocía a Emilina del Cabaret Siglo. Admiraba su alegría y alguna vez compartieron baile. Volvió a verla en los calabozos. La ayudó cuanto pudo. Localizó la familia a la que entregaron a su hija robada y cuarenta años más tarde se encargaría, de forma anónima, de que Maika tuviera la posibilidad de comprar aquella casona.
Los restos de Emilina aún no fueron encontrados, aún no fueron ni siquiera buscados. Yacen en un barranco sin nombre cerca de Toledo, soñando tardes de Swing. Cerca de ella se pudren los restos de Rosa, Petra, María, Luisa y Lucinda sin derecho a nada. A nada...
Esto es para mí la memoria de un país, la memoria histórica.
En agosto de 1936, se corta el relato. Un sóla página más con otra caligrafía distinta en la que se lee: Te Quiero... Ni una palabra más. Simplemente quince hojas en blanco.
Son las tres de la madrugada, Maika no ha cenado. Lleva más de trece horas leyendo la vida de Emilina, la chica del Swing en Segovia, Emilina Galíndez... Apenas ha dormido cinco horas y Maika sube de nuevo al desván. Vuelve a registrar cajones, revisa todas las postales de amor, las cartas, las fotos... Pero no hay nada de después de agosto de 1936. Maika decide ir al día siguiente al Ayuntamiento, o a la Iglesia de San Marcos donde se casó Emilina, quizás alguien sepa algo más. Seguramente Emilina se cansó de escribir y guardó el diario. Al fin y al cabo los diarios son cosas de jovencitas.
Tres días más tarde llega Armand de su viaje de trabajo. Silencio en la gran casona. En la cocina encuentra a Maika. La mano de ella sostiene un papel raído y mil veces doblado.Él la mira con cara de sorpresa. Ella no habla, simplemente entrega el papel a Armand:
"Siete de octubre de 1936:
Seguramente no leerás esta carta. Nadie leerá esta carta jamás. Es casi imposible, pero es mi única, mi última opción. Hace dos meses llegaron unos soldados al ministerio. Nos sacaron a todos y nos trajeron a los calabozos. Un sargento nos dijo que éramos rojas, cómplices de los rusos y nos raparon al cero. Nos alimentaban a base de pan y caldo. Han violado a mis cinco amigas y compañeras de oficina como si fuesen alimañas. No sé nada de Rosendo. A mí me respetaron por estar embarazada. También me daban algo más de sopa. Un soldado de reemplazo me conoce del Cabaret Siglo. Me sonríe con lástima como diciéndome que le gustaría ayudarme, pero no puede. A veces me pasa trozos de carne salada a escondidas. A las dos semanas de estar aquí se llevaron a Rosa, Petra, María, Luisa y Lucinda a rastras y las fusilaron en el paredón de la cárcel. Rosa no paraba de llorar. Desde ese día no he dormido. No puedo dejar de oír sus gritos, los disparos de fusil, los de pistola con las que las remataron igual que a perras. Me respetaron por estar embarazada. -Eso te salvará, ramera -me ha dicho el sargento, un tipo con cara de hiena.El treinta de septiembre di a luz. Me llevaron a la enfermería y otras presas me ayudaron. Era la niña más guapa del mundo. La más guapa sin duda.Afortunadamente, las dos saldríamos adelante en la vida, costase lo que costase. Buscaríamos a Rosendo y empezaríamos de cero. Había oído que alguna gente estaba huyendo a Argentina.
Pero dos días después de nacer entró el sargento y te arrancó de mis manos.
-¡Trae a la cría, puta!. Ésta ya tiene madre, y no serás tú -dijo escupiéndome las palabras.
Mañana habrán fusilamientos al alba, y yo ya no les sirvo ni siquiera para violarme. Como saben que soy creyente me han permitido un último deseo: confesarme, hablar con el párroco Julián. Es amigo de la familia, él nos casó en San Marcos y en él confío. Me ha prometido guardar esta carta como secreto de confesión. Le he hecho jurar que sólo la entregará el día que una mujer con un ojo verde y otro marrón y un lunar bajo el ombligo... mi hija... venga preguntando por Emilina Galíndez.
Recibe todos los besos que nunca te podré dar.
Emilina, la chica del Swing".
Emilina Galíndez, 22 años, secretaria del Ministerio de Asuntos Exteriores. Fusilada al amanecer del ocho de octubre de 1936 en juicio sumarísimo. No hubo abogados ni fiscal. No hubo justicia. Oficialmente, no dejó descendencia.
Rosendo Trémules, maestro. Murió el quince de septiembre de 1998 en Argentina. Tras la ocupación de Segovia por las tropas franquistas, logró que no le capturasen en el colegio y estuvo cinco días escondido en el desván de su casa, comiendo sardinas en lata. Una noche de agosto partió en busca del mar. Dejó atrás el diario de Emilina con un mensaje: "Te quiero...". Desde Argentina intentó localizar a su esposa. No lo consiguió. Nunca jamás volvió a enamorarse.
Andrés Vázquez, soldado raso y carcelero en la penitenciaría general durante el levantamiento. Conocía a Emilina del Cabaret Siglo. Admiraba su alegría y alguna vez compartieron baile. Volvió a verla en los calabozos. La ayudó cuanto pudo. Localizó la familia a la que entregaron a su hija robada y cuarenta años más tarde se encargaría, de forma anónima, de que Maika tuviera la posibilidad de comprar aquella casona.
Los restos de Emilina aún no fueron encontrados, aún no fueron ni siquiera buscados. Yacen en un barranco sin nombre cerca de Toledo, soñando tardes de Swing. Cerca de ella se pudren los restos de Rosa, Petra, María, Luisa y Lucinda sin derecho a nada. A nada...
Esto es para mí la memoria de un país, la memoria histórica.
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Fuente: ¿Un historiador? No. Un médico.